La anorexia nerviosa es la enfermedad psiquiátrica más frecuente entre las mujeres jóvenes y se asume de origen multifactorial. Los criterios diagnósticos han sido recientemente modificados de forma que la amenorrea deja de formar parte de ellos. Esta enfermedad muestra una gran variabilidad en su presentación y gravedad, lo que condiciona diferentes abordajes terapéuticos y la necesidad de individualizar el tratamiento, haciéndose indispensable un enfoque multidisciplinar. Los objetivos persiguen restaurar el estado nutricional (a través de un plan dietético individualizado y basado en un patrón de consumo saludable), tratar las complicaciones y comorbilidades, la educación nutricional (basada en patrones alimentarios y nutricionales sanos), corrección de las conductas compensatorias y la prevención de recaídas. El tratamiento variará según la situación clínica del paciente, pudiendo realizarse en consultas externas (cuando existe estabilidad clínica), en hospital de día (modalidad intermedia entre el tratamiento ambulatorio tradicional y la hospitalización) o en hospitalización (fracaso del manejo ambulatorio o presencia de complicaciones médicas o psiquiátricas graves). La nutrición artificial a través del empleo de suplementos nutricionales orales, nutrición enteral y excepcionalmente nutrición parenteral puede ser necesaria en determinados escenarios clínicos. En pacientes severamente desnutridos se debe evitar el síndrome de realimentación. La anorexia nerviosa está asociada a numerosas complicaciones médicas que condicionan el estado de salud, la calidad de vida y que se relacionan estrechamente con la mortalidad. Existe poca evidencia clínica para evaluar los resultados de los distintos tratamientos en la anorexia nerviosa, estando basados la mayoría de las recomendaciones en consenso de expertos.